Hace solo alguno días, una persona
mayor,( hijo, por cierto de un rojo), me preguntaba que estaba
ocurriendo con el juez Baltasar Garzón. Se acerco a mi, aquí en mi
pueblo en Aguilar de la Frontera. Mientras lo hacía dejo ver que entre
sus manos llevaba una vieja fotografía. Era la fotografía de su padre,
desaparecido y asesinado en los primeros días del mes de agosto de 1936.
Después de escuchar mi respuesta y
entender (por que creo que así lo hizo) lo que esta ocurriendo con
Garzón, el anciano que sobrepasa ya los noventa años de edad, sonrió.
Era la sonrisa más triste que he visto en mi vida. Jamás, por mucho
tiempo que transcurra la olvidare. Fue un gesto en el cual a la vez se
entremezclaba la sonrisa, la pena y un dolor que jamás había contemplado
hasta ese mismo instante. Ni tan siquiera supe lo que hacer, ni que
decir. Manuel, (este es su nombre) besó la vieja fotografía de su padre y
la devolvió de nuevo al bolsillo de la chaqueta de pana, de la que
había salido.
Sin apenas conciencia de su estupor, se
alejo algunos metros, solo, pensando que quizás no tendría mucho mas
tiempo, ni oportunidad de saber lo que le ocurrió a su padre, de
encontrar su cuerpo, de hallar las respuestas necesarias a las preguntas
que llevaba haciéndose, toda una vida . Llorando, entre sollozos, dejo
escapar un quejido, ese que sale del fondo de todos los sentidos, de la
desesperación, de la impotencia de alguien que sabe que esta agotando ya
los últimos plazos del dolor y que más allá del hoy, quizás no haya un
mañana.
No pude menos, que fijarme nuevamente en
él. En su rostro marcado a fuego por la vejez y curtido por el sol de
esta tierra, pude reconocer junto a la tristeza y una pena honda y
negra, la imagen mas cruel de España. Una imagen de una España antigua,
pero no por ello menos actual e injusta ahora. Pues los signos de la
vejez avanzan más despacio que el olvido, la memoria y la injusticia a
la que de nuevo se están viendo sometidas tantas personas como Manuel.
Me acerque a él. Siempre, me dijo, he
querido ir al encuentro de la ausencia de mi padre. Se lo debía a él y a
mi madre. ¡Me lo arrebataron, siendo muy pequeño y no hemos sabido nada
más de él¡
Dicen algunos que todos los muertos son
iguales, pero yo se que no es verdad. No en la memoria de los que no han
podido enterrar a los suyos. No en el dolor de los que aún buscan la
verdad, en un país de mentiras.
Hay muchas cosas, que no sabemos
(continuó diciendo Manuel). Yo por lo menos no las sé, a pesar de
haberme pasado media vida haciendo preguntas. Ahora me queda la
sensación de que tendríamos que haber hecho muchas más preguntas. Solo
así , tal vez hubiese llegado el momento de firmar la paz conmigo mismo.
Tengo la sensación de que hemos tenido que decidir entre el olvido y la
memoria. Durante muchos años nos taparon los ojos y la boca. Pero
nosotros solos hemos decidido ver y hablar.
Porque el pasado siempre se vio. Por que
el pasado siempre se supo, creo firmemente que tenemos derecho a saber
lo que ocurrió con nuestros seres queridos. Y empezar a decir lo que
necesitaba ser dicho. Recuperar nuestro derecho.
Construir la memoria y recordar a pesar
de que ya no me queda ni una gota de lágrimas que derramar. Pero si me
queda y quedara siempre la dignidad y la sensación de que muchos días
han valido más que mi vida entera. Unos días llenos de esperanza, unos
días llenos de justicia, unos días llenos de razón, cuando creímos por
fin que este país iba a saldar la deuda pendiente que tiene con los
desaparecidos del franquismo.
Ahora como entonces la justicia nos
humilla de nuevo, dejándonos solos otro vez, mientras morimos sin
respuestas. Nos deja solos y en la estacada. Manuel sabe perfectamente
que su padre no se equivocó de bando y que tampoco fue un héroe inútil.
Su muerte sirvió para afianzar su vida. Para denunciar a los que habían
ganado la guerra y ahora eran dueños de todo, de esa misma vida y de la
muerte también. De la ley, del cielo y de la tierra. Sabe también muy
bien que ha sido hijo del hambre, de la inquietud y de la incertidumbre.
De la indignación, de la impotencia, de la amargura, del miedo, de la
rabia y del dolor. (Un dolor que hoy vuelve a aparecer de nuevo). Su
predestinado destino le obligo desde muy joven a tener que elegir un
camino, sembrando su personalidad de un orgullo y un dolor, que aún hoy
no puede entender.
Me dice, cuando… mataron a mi padre, nos
mataron un poco a todos. A mi madre y sus cuatro hijos. Nos clavaron el
dolor en la memoria, un dolor que aún hoy no he logrado superar del
todo. Lo que esta ocurriendo con Garzón, es para nuestra desgracia, una
gran vergüenza.
No podemos mirar para otro lado mientras
esto ocurre, sin más. ¡País de mierda¡ que aún sigue llevando el yugo y
las flechas en su solapa, donde los enemigos del derecho han comenzado a
alzar la voz. Quieren de nuevo poner vendas en nuestros ojos y en
nuestras bocas. Combaten, la memoria, la justicia y la verdad. Defienden
el silencio y el olvido. Juegan con palabras como fosas comunes,
secuestro, tortura y desaparición. Y nos siguen pidiendo paciencia y
resignación. De nuevo más humillación.
A pesar de que el polvo de la dictadura
aún sigue impregnándolo todo y eliminando como antaño a los que son
peligrosos para sus intereses. A pesar de que ser valiente aún sale muy
caro. Más tarde o más temprano, vencerá la razón, vencerá la justicia y
vencerá también la libertad. Una libertad que nos hará aprendernos de
memoria, la verdad de lo sucedido, para estar seguros de que nunca más
nadie la volverá a olvidar.
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